A finales de mayo y principios de junio se celebrará en la ciudad de Mérida, capital autonómica de Extremadura, la cumbre de ministros de agricultura de la Unión Europea. Diversas organizaciones de trabajadores y asociaciones ciudadanas preparan unas jornadas alternativas para denunciar la catástrofe económica y social del capitalismo internacional, en el terreno agrícola. - Descripción de una realidad caótica.
La coyuntura histórica en la que nos encontramos los seres humanos a principios del tercer milenio de nuestra era, puede ser calificada de dramática: la sociedad industrial se encuentra en una situación caótica. Más allá de la actual crisis financiera, que se puede resolver mejor o peor como otras crisis anteriores, podríamos hablar de una profunda crisis de civilización, por dos motivos: porque la evolución económica y social se encuentra fuera de control y porque además existen riesgos muy importantes por la grave destrucción medioambiental. Ese caos se puede mostrar a través de dos parámetros de nuestras sociedades actuales: 1) un alto grado de desigualdad en el acceso a los bienes producidos; y 2) la destrucción imparable de las riquezas naturales del planeta tierra. Informe del PNUD – 2005 (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo). Respecto de lo primero basta recordar algunas cifras que nos ofrece el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD: -827 millones de personas viven en extrema pobreza con menos de 1 $ diario. -2.500 millones, el 40% más pobre de la población mundial vive con menos de 2$ al día, representando el 5% del ingreso mundial. -hay 18 millones de muertes infantiles al año y 115 millones de niños están sin escuela. Muchos de esos niños se dedican a trabajar en condiciones de sobrexplotación. El Informe de 2006, sobre el problema del agua, dice “un mundo de riquezas sin precedentes, casi 2 millones de niños mueren cada día por no tener un vaso con agua limpia ni servicios de saneamiento adecuados. Millones de mujeres adultas y jóvenes son obligadas a pasar horas juntando y transportando agua, lo que restringe sus oportunidades y elecciones. Y las enfermedades infecciosas transmitidas por el agua están refrenando la reducción de la pobreza y el crecimiento económico en algunos de los países más pobres del mundo”. Eso sucede en un mundo, donde existe un enorme despilfarro de recursos escasos por parte de los países más desarrollados, cuyos ciudadanos viven opulentamente. La concentración de la riqueza es tal que se calcula que la suma de las 500 fortunas más grandes equivaldría a los ingresos de 500 millones de pobres. Para afrontar esa situación inaceptable, la ONU promovió el Pacto de Desarrollo del Milenio. Pero en los años transcurridos desde esa fecha, los resultados obtenidos han sido insuficientes, según el informe del PNUD en el 2005. Al menos 50 países han retrocedido en al menos uno de los objetivos (900 millones de personas). Otros 65 países con 1200 millones de personas, no cumplirán al menos uno de los objetivos hasta pasado el 2040. Respecto al descenso en la mortalidad infantil, se lleva un retraso de 30 años en el cumplimiento del Objetivo propuesto, y 47 millones de niños carecen del derecho universal a una educación primaria, etc. La conclusión del informe del PNUD 2005 es que la mejora del IDH (Índice de Desarrollo Humano) es demasiado lento. Los Objetivos del Milenio pueden ser realizados, pero las actuales tendencias no nos llevan a ello. Entre los problemas que encuentra el PNUD a la hora de realizar su programa de desarrollo equilibrado y justo, está la mala organización de los países pobres, pero también de manera importante las políticas de los países ricos. Entre 5.000 y 7.000 millones de $US de la ayuda a los países pobres está condicionada a la compra de bienes y servicios en los países donantes. No sirven para generar desarrollo, sino para generar dependencia económica e industrial. Por otro lado, los productos de los países pobres tienen que enfrentar aranceles altos de los países ricos que protegen su economía, pero que no dejan que los pobres también lo hagan. Además los subsidios a la agricultura en los países ricos genera un efecto de dumping (competencia desleal, bajando los precios de los productos) que arruina la agricultura de los países más pobres. Se calcula una pérdida de 72.000 millones de $US, que es equivalente a toda la ayuda oficial al desarrollo, por los efectos económicos perversos que provocan los subsidios agrícolas y el proteccionismo. 2. Problemas ecológicos (destrucción del medio ambiente sano, desaparición de especies vivas, agotamiento de recursos). La otra cara de la crisis de civilización es la destrucción del medio ambiente, causada por la forma de vida de los países desarrollados y su modo de producir los bienes que satisfacen esa forma de vida. El derroche de recursos escasos del planeta supone un grave deterioro de las posibilidades de futuro para la especie humana. Ese derroche es evidente en el agotamiento de los combustibles fósiles, los minerales y materias primas en general, incluidas las especies vivas. El Informe sobre Desarrollo Humano 2007/2008 muestra que el cambio climático no es sólo un panorama futuro. La mayor exposición a las sequías, las inundaciones y las tormentas ya están minando las oportunidades y profundizando las desigualdades. Mientras tanto, la abrumadora evidencia científica actual indica que el mundo se está moviendo hacia un punto en el que una irreversible catástrofe ecológica se torna inevitable. La situación corriente del cambio climático nos conduce en una sola dirección: regresión del desarrollo humano sin precedentes y graves riesgos para nuestros hijos y sus descendientes. Se conoce por ‘tecnoesfera’ al conjunto de fuerzas productivas creadas por la humanidad: infraestructuras, tecnología, población, conocimientos, etc. Esa tecnoesfera está oprimiendo a la biosfera, el conjunto de los seres vivos, y amenaza con destruirla. Uno de los problemas principales es el diseño agresivo de nuestra tecnología que utiliza las riquezas de la naturaleza, sin tener en cuenta sus límites naturales y generando una enorme cantidad de residuos que envenenan y deterioran el medio ambiente (agua, aire y tierra). El Informe Planeta Vivo 2008 de ADENA/WWF nos dice que la demanda de la humanidad excede en cerca de un 30% la capacidad regeneradora del planeta, por lo que estamos destruyendo el capital natural en lugar de utilizar tan sólo los intereses, que sería lo sostenible. Nuestros actuales sistemas productivos son insostenibles: millones de toneladas de material tóxico se lanzan anualmente al medio ambiente, se producen materiales peligrosos que requerirán vigilancia constante por las generaciones futuras, se producen montañas gigantescas de desperdicios, se entierran materiales valiosos en agujeros haciéndose irrecuperables, se erosiona gravemente la diversidad de especies biológicas y las prácticas culturales. Para evitar el envenenamiento de los ecosistemas se requieren miles de normas complejas, que luego ni la gente ni las instituciones son capaces de cumplir. Lo cierto es que muchos datos confirman que estamos al borde de un colapso ecológico de imprevisibles consecuencias, y no somos capaces de poner los medios adecuados para resolver ese problema, como muestra el problema del cambio climático. 3. Calidad de la vida y alimentación La agricultura industrial está desarrollando en la actualidad un modelo económico que se basa en la propiedad de grandes extensiones de tierra por parte de las compañías transnacionales de producción de alimentos y su cultivo intensivo para la exportación en el comercio mundial. En decenas de países de América, África y Asia, la tierra ha sido expropiada a los pequeños campesinos, muchas veces de forma fraudulenta negando los derechos de propiedad ancestral a comunidades humanas asentadas en esos territorios desde tiempos inmemoriales. En ocasiones esas compañías aducen la deuda externa y las obligaciones financieras de los estados, como motivo para acceder a los títulos de propiedad de la tierra. Lo que es evidentemente una trampa legal para expropiar a las comunidades campesinas de sus derechos. Puede parecer que esa industrialización de la agricultura a gran escala es necesaria para alimentar a los más de 6.500 millones de seres humanos que vivimos hoy en el planeta Tierra. Pero ya hemos visto cómo los actuales datos del Informe del PNUD 2005 no son optimistas sobre la resolución de ese problema. La ruina de los pequeños productores campesinos y la creación de una agricultura para la exportación basada en el latifundio no es la solución del problema, sino parte del problema. Los efectos perversos de la organización capitalista de la economía impiden que sirva para satisfacer la demanda de alimentos sanos, pues crean por una parte una escasez creciente para los países pobres y una abundancia irresponsable en los países ricos. También desde el punto de vista ecológico el desarrollo de una agricultura de ese estilo parece un problema importante. La producción agrícola en forma de monocultivo acaba con la diversidad de especies y variedades de plantas y animales, al interesarse sólo por la producción en gran escala de una sola variedad de cultivo, con determinada propiedades consideradas óptimas según un criterio de rentabilidad económica. Esa pérdida de la biodiversidad puede ser catastrófica para la vida. Además la utilización de OMG (Organismos Modificados Genéticamente) es un peligro potencial para la calidad del medio ambiente. Se ha comprobado que los genes modificados quedan libres pudiendo ser absorbidos por otros organismo vivos con consecuencias imprevisibles. Ya hace siete años una campaña contra los OMG alertó sobre la posibilidad de que los alimentos que contienen productos derivados de los OMG fueran origen de enfermedades como el cáncer. Las tierras pierden la fertilidad y se erosionan por el cultivo intensivo y la destrucción de los ecosistemas. Los productos utilizados para incrementar los rendimientos agrícolas, insecticidas, funguicidas, herbicidas, abonos y fertilizantes, contaminan los alimentos y el agua potable, acabando por incorporarse a la cadena trófica con riesgos importantes para la salud de los animales y seres humanos. Las comunidades campesinas expulsadas de sus tierras acaban en las ciudades y en la emigración; los que trabajan para los terratenientes se ven enfrentados a graves condiciones de explotación: largas jornadas de trabajo, exposición a productos peligrosos, bajos salarios, etc. Y como colofón eso repercute también en la salud de los afortunados consumidores del mundo rico, pues la calidad de los alimentos se deteriora, como demuestran los casos de las vacas locas, los pollos con dioxinas, el envenenamiento del agua corriente, el peligro de los trasgénicos, etc. Consumimos comida basura que la publicidad nos presenta como deseable. Los mecanismos de competición llevan al fraude presentándonos productos de baja calidad producidos a gran escala, como si fueran los productos artesanales que se consumían hace unos años. Y con los mismos precios. El caso del café es claro en ese sentido, pues ha desaparecido la producción de café de la variedad arábiga, sustituido por la variedad robusta de menor calidad, y los cultivos en sombra dentro de los bosques tropicales por cultivos al sol en plantaciones de latifundio. En resumen el libre comercio y la producción agraria para la exportación sólo beneficia a las grandes empresas transnacionales y está erosionando la calidad de vida de la poblaciones humanas, no sólo entre los países menos desarrollados sino también en los desarrollados. Esa política agrícola se enmarca dentro de la ideología neoliberal y la políticas económicas impulsadas desde los centros de poder mundial. 4. La soberanía alimentaria como parte de la alternativa democrática. Dentro del capitalismo, la vida rural ha jugado siempre un papel secundario y subordinado, pero en un mundo ecológicamente equilibrado, en paz con la vida y la naturaleza, las pequeñas ciudades y pueblos deberán jugar el papel clave. De nuevo es justo lo contrario de lo que sucede. Las grandes megaurbes que se desarrollan actualmente son ecológicamente insostenibles, por el enorme insumo de recursos y la cantidad desperdicios que generan; además son problemáticas desde el punto vista social y humano, por los fenómenos de anomía y desintegración de la persona que en ellas se produce. La sociedad de masas que se desarrolla a nivel planetario, expandiéndose desde las grandes ciudades, no podrá resolver los problemas actuales de la humanidad que requieren una actitud consciente y responsable. La concentración de la propiedad de la tierra en todos los países del mundo, conduce a la expulsión de las poblaciones rurales, con fenómenos migratorios masivos e imparables. La dificultad en el acceso de los campesinos a la tierra productiva se ve acompañada por una degradación acelerada del medio ambiente y un aumento de las desigualdades y desequilibrios económicos. En efecto, la concentración de la propiedad rural es debida a los grandes latifundios en manos de las compañías trasnacionales que se dedican a la producción de alimentos para el mercado mundial. Se trata de la industrialización de la agricultura a gran escala. Esto tiene los siguiente efectos: -reduce la variedad de productos cultivados sustituidos por el monocultivo de especies y variedad seleccionadas por su productividad, sin tener en cuenta en múltiples ocasiones la calidad de los productos. -se utilizan técnicas de producción peligrosas para el medio ambiente, como fertilizantes químicos, insecticidas, desfoliantes y organismos modificados genéticamente (transgénicos). -los trabajadores asalariados sufren penosas condiciones de trabajo, con bajos sueldos, precariedad, temporalidad, etc., además de estar expuestos a productos químicos altamente contaminados que lesionan el organismo. -el mercado cae bajo el control de grandes empresas en régimen de monopolio u oligopolio, eliminándose las posibles ventajas derivadas de la competencia. Es por eso, que mucha gente piensa que la organización capitalista de la producción industrial y agraria es responsable de la situación caótica en la que estamos viviendo. Y en una situación de destrucción medioambiental tan grave como la que está provocando la humanidad de principios de este milenio, se hace necesaria la reconstrucción de unas relaciones de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. El cambio cultural y filosófico tiene que venir acompañado de nuevas relaciones económicas que descentralicen la producción y promuevan la autosuficiencia en todos los terrenos: agrícola, energético, industrial, etc. Por eso hay que promover la reforma agraria que permita acceder a los pequeños agricultores al cultivo de la tierra. Eso es todo lo contrario de lo que se está haciendo actualmente siguiendo las normativas de las instituciones mundiales que controlan el desarrollo económico, empujando hacia un modelo neoliberal de las relaciones económicas. 5. Nuevas instituciones y formas de lucha (vía campesina). Via Campesina es una organización mundial de pequeños agricultores que luchan contra la organización neoliberal de la economía y la agricultura, basada en las grandes empresas transnacionales. Sesenta organizaciones de América, Asia y Europa, forman parte de ese movimiento campesino, que está luchando contra las políticas económicas internacionales. Su programa político se organiza alrededor de la idea de que hace falta una reforma agraria, basada en los siguientes principios: -la tierra debe considerarse un bien común al servicio de la sociedad: la propiedad social de la tierra impide la especulación financiera. -el estado distribuye la tierra entre pequeños agricultores y cooperativas, garantizando unos precios remunerativos, el control de la comercialización y los créditos y seguros agrarios. -acceso a la educación y la seguridad social de las poblaciones rurales. -modelos tecnológicos que respeten el medio ambiente sano eliminando los productos contaminantes: abonos y fertilizantes nitrogenados, herbicidas, insecticidas, funguicidas, trasgénicos (OMG), etc. -uso público del agua y lucha contra la privatización. -ordenación racional del territorio, de las infraestructuras y los cultivos adecuados. En la Declaración final del Foro Mundial sobre la soberanía alimentaria, realizado en el año 2001 en La Habana, se abundó sobre esas ideas: reforma agraria integral que garantice el acceso equitativo a los recursos productivos. Para ello hay que asegurar que los agricultores tengan el control directo sobre las políticas agrarias. Al lado de esa enorme movilización campesina por la defensa de la vida rural acosada por los grandes capitales trasnacionales, aparecen diversos movimientos sociales que intentan abandonar los circuitos comerciales controlados por las grandes empresas. El objetivo es tener acceso a alimentos sanos, de los que se pueda conocer el origen y la forma en que se han producido. Hay multitud de productos que consumimos porque la publicidad nos atrae hacia ellos, sin conocer cuál es su auténtico valor de utilidad, nutritivo o económico. Nos dejamos seducir por los envoltorios llamativos, por las marcas que aparecen en los medios de comunicación, por trucos publicitarios que apelan a nuestra imaginación y nos engañan acerca de las propiedades reales de los productos que compramos. Esa publicidad engañosa nos lleva a un consumo despilfarrador de los recursos escasos del nuestra Tierra. Desgraciadamente la mentalidad de mucha gente desprecia la Tierra en la que vivimos. El consumismo está construido sobre la infelicidad de las gentes, que enraíza en las formas de vida de la sociedad actual. De ahí la necesidad de filosofía y de espíritu crítico a la que me he referido antes. En las ciudades están apareciendo grupos y cooperativas de consumo que intentan satisfacer sus necesidades con productos ecológicos, que están dispuestos a pagar un poco más para saber que los bienes que compran cubren ciertos requisitos de salud y justicia. El criterio que promueve esa forma de consumir es que es mejor comprar un par de zapatos fabricados por un conocido que vive decentemente, que comprar unas zapatillas de una multinacional que explota niños, mujeres u hombres, pagándoles salarios miserables. Es mejor, consumir productos agrícolas certificados por determinados criterios de calidad que comprar a las grandes compañías de la agricultura industrial, la comida basura que sirven en las grandes cadenas de alimentación. Es preferible participar del comercio justo, que retribuye a los campesinos un precio adecuado, que alimentarse de productos elaborados por trabajadores esclavizados en las grandes haciendas. Etc. Frente a la agricultura industrial en régimen de monocultivo, se propone una agricultura ecológica orientada a la alimentación de las comunidades locales y basada en los pequeños productores asociados. Esa agricultura utilizará técnicas que no dañan el medio ambiente, sino que incrementan la producción con medios naturales: combatir las plagas con sus depredadores naturales, fertilizar los campos con productos obtenidos de la descomposición de los desechos orgánicos, acercar la producción de alimentos a los consumidores, como hacen por ejemplo los huertos en las ciudades, uso de energías alternativas, etc. Esa nueva agricultura entrará dentro de un proyecto de economía social que sustituya la producción industrial de bienes mediante técnicas muy intensivas en capital, maquinaria, tecnología, etc., por una economía en la que el trabajo humano ocupe un lugar más importante. Se trata de reducir el papel del capital en la economía e incrementar el papel de los trabajadores. Para ello hacen falta profundos cambios en la mentalidad y en la organización de las sociedades contemporáneas. |